La inquietud vocacional se despertó en mí, desde muy pequeña. Las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima, fundaron un patmos en Villa Ygatimí, cuando yo tenía un año. Siempre me causaron grande simpatía y admiración, veía su sencillez, su alegría sincera, sus sacrificios…Para mí y para mi familia entera, la presencia de las madres es una verdadera bendición, porque aquí no teníamos sacerdote, y nuestra vida espiritual, muchas veces estaba desatendida.
Mi padre, fue el único quién sabía que yo quería ser como ellas. Él me ayudó mucho con sus oraciones y buenos consejos, pero no pensábamos que algún día se iba realizar. Lo digo a propósito porque en un lapso de tiempo, dejé de lado esta inquietud dedicándome al estudio. Hasta que, en el último año de bachillerato, estaba preparando mi tesis y en medio de muchos trabajos, volvió a mí este deseo con tal fuerza que no pude resistirme.
Era el mes de setiembre, cuando pedí asistir a un retiro espiritual, pero mi padre me aconsejó que terminase mis estudios, exámenes, clases, etc. Según él para estar más libre, y fue ahí cuando dije decidida: “yo quiero entrar en un convento y lo más pronto posible”. A mi papá no le era ajeno mi deseo, entonces me llevó a hablar con las Madres, con quiénes organizamos el viaje para el mes de diciembre.
Al principio mi familia no entendía, pero gracias a Dios, les llegó la luz y la gracia. Y con la bendición de ellos salí de mi país, mi amado Paraguay, el 3 de diciembre. Llegué al Perú el mismo día, y a la Casa Madre, el Convento Cenáculo de Caravelí, llegué el 4 de diciembre del 2015, donde las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima me acogieron con cariño. Ya hice mis Primeros Votos, y actualmente estoy en el convento Emaús en el mismo Caravelí. A Dios sean las gracias por este don tan inmerecido.
Madre María Dépel, Paraguay.