Nuestra Misión

La razón por la cual Mons. Federico Kaiser fundó la Congregación de las MJVV, fue porque deseaba atender “el llamado de los Andes”, cómo él mismo decía.

Él cuenta que, en una ocasión, una señora después de pasar algunos meses en la costa peruana, -unos días antes de retornar a la altura- se quejó diciéndole: “Padre allá no tenemos sacerdote, nadie bautiza a nuestros hijos, no podemos confesarnos, ni comulgar y cuando nos llega la hora, morimos sin el auxilio de los sacramentos”. El sollozo de la señora se grabó tanto en su alma que no podía olvidar ese “grito de los Andes”. A este se suma, la escasez de sacerdotes que encontró en la nueva Prelatura, de la que debía hacerse cargo.

Como todo Buen Pastor lo hace con sus ovejas.

Nuestra Misión es pues atender esos lugares alejados, abandonados y pobres que carecen de atención espiritual, por falta de sacerdote. La Iglesia con este fin, nos concedió realizar la atención pastoral de dichas zonas, en dependencia del Obispo de la diócesis. Este trabajo lo hacemos mediante:

La Celebración de la Palabra.

La Administración de la Sagrada Eucaristía.

La Catequesis a niños jóvenes y adultos.

La Administración del Bautismo.

Asistencia a los Matrimonios.

Conscientes de que todo ser humano tiene alma y cuerpo.

Asistimos espiritual y materialmente -según nuestras posibilidades- a enfermos, ancianos y moribundos.

Guiamos procesiones fomentando el fervor en los fieles.

Formamos catequistas.

Damos cursillos bíblicos.

Enseñamos Religión en las escuelas de la zona donde trabajamos.

Hacemos visitas a domicilio interesándonos por conocer y ayudar a nuestros fieles en su formación humana y cristiana.

Promovemos vocaciones al sacerdocio como también a la vida religiosa.

Combatimos el alcoholismo, mediante recreaciones sanas y saludables.

En resumen, NUESTRA MISIÓN se centra en preparar el camino al sacerdote, mediante la catequesis y la labor pastoral, haciendo posible que cuando el sacerdote llegue a estos lugares, 2 o 3 veces al año, entonces, encuentre a los fieles bien preparados para hacer una buena confesión, recibir fervorosamente la Eucaristía, participar en la Santa Misa, y/o recibir la Unción de los enfermos, obteniendo un apostolado mucho más fructífero.