En esta historia, somos dos, dos hermanas gemelas. Mi nombre es Madre María Teresia y soy la mayor. Nacimos juntas y juntas hemos querido entregarnos a Dios. La historia de mi vocación es un misterio de amor y misericordia de parte de Dios para conmigo, quién me ama aún en medio de mis debilidades. Como dicen los santos, yo también puedo decir y con verdad que no hay, ni había en mí nada capaz de atraer su divina mirada, sino imperfecciones a montón, pero Dios llama a los que quiere y como quiere.

Soy de Cerro de Pasco, y la historia de como ingresé al Convento no la viví sola.  A quiénes Dios en su gran misericordia quiso que también sean parecidas en este camino, en la vida de Consagración a Él. Conocimos a las religiosas a la edad de 9 años. Al conocer su misión me agradó. Desde aquel momento despertó en mí esta idea “convertirme un día en una religiosa”. Con el pasar del tiempo, esto fue madurando.

Lamentablemente las Madres MJVV, no aceptan a niñas de primaria, así que tuvimos que esperar. A los 14 años fuimos a Caravelí. Esta experiencia de un mes me ayudó mucho, para conocerlas mejor. Lo que más me agradó y hasta ahora me agrada y admira es su alegría, su sacrificio y generosidad para ir a esos lugares alejados, abandonados y pobres.

Mi nombre es Madre Leonela, la más pequeña de las dos. Como dice el Evangelio: “Jesús llamó a los que quiso”, y agregaría “como quiso”, así Dios me llamó a mí. Conocí a las Madres cuando tenía 9 años. Ellas llegaron a Cerro de Pasco, buscando jovencitas para un encuentro vocacional. Habían citado a las jóvenes en la casa parroquial a una hora determinada. Y pasó algo curioso, en lugar de las jovencitas que esperaban las Madres, aparecieron dos niñas pequeñas, que querían conocerlas. Una de ellas era yo. Como no había jóvenes para mostrar los videos de la Congregación, las Madres nos los mostraron a nosotros, y ahí apareció la patente semilla de la vocación, que en aquel momento estaba aún oculto en mí. Lastimosamente no podía ir al convento por mi edad, sólo cuando estuviera en 4º grado de secundaria me podrían aceptar, y para ello faltaba 5 años.

Esa idea seguía en mí. Cuando llegué a la edad de 14 años, fui a visitar el convento. Las Madres y hermanas eran muy amables, y su alegría me admiraba. Cuando me despedí de las Madres, porque debía volver a casa, hice la promesa de regresar para quedarme en el año siguiente. No todas me creían, tal vez por mi estatura, y porque era de contextura algo delgada y un poco inmadura para tomar una decisión así.

Aquel último año fue difícil, en mi mente estaba lo de ir al Convento. Por otro lado, las oposiciones de desaliento de algunos parientes y amigos. A pesar de ello pude pasar triunfante varios obstáculos, con la gracia de Dios. E ingresé al convento de las MJVV, el 6 de enero de 2015.

Claro que las pruebas, no acaban al ingresar al Convento. Más bien diría, que empiezan otras, pero ya no estamos solas. Cristo está con nosotras, para ir de prueba en prueba, de victoria en victoria. Sólo debemos ser valientes para creer y obrar conforme a la voluntad de Dios. Este esfuerzo es continuo, de día a día, y no tenemos miedo, pues tenemos los ojos fijos en Cristo.

Madre Teresia y Madre Leonela MJVV, Perú

 

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