Cuando tenía un añito, mi familia y yo nos trasladamos de Huancayo a Cañete. Por el trabajo de mi papá, cuando tenía tres años, tuvimos que ir a un pueblito llamado “San Jerónimo”, en Cañete. Allí conocí a las Madres que trabajan en el patmos de Catahuasi. Era la primera vez que conocía religiosas pues yo antes nunca las había visto. Tuve un encuentro con ellas, y me invitaron a ayudarles con los niños de la catequesis. Me empezó a gustar cómo era su vida. Mi profesora de religión era muy cercana a las Madres, y ella me invitaba cuando había un encuentro con las Madres, para representar a la escuela.
A mí me gustaba mucho declamar poesías. En el mes de mayo por el mes de la Virgen María, las Madres organizaron un concurso de declamación, yo asistí en representación de mi escuela. A las Madres les gustó tanto mi poema que me dieron el primer puesto. Desde aquel entonces, me invitaban para cada evento que realizaban. Me empecé a acercar más a ellas, pues me gustaba mucho lo que hacían.
Cuando tenía trece años, un día fui a acompañar a las Madres a dar la comunión a un ancianito. Allí pude palpar cómo ellas tratan a los demás. El ancianito era pobre, muy pobre, estaba en el piso. Esta vez, me acompañó también mi papá y mi mamá. La Madre, se acercó al ancianito y le dio un beso en la frente, lo trató con tanto cariño que a mí me impresionó un montón. Al llegar a casa, mi papá muy emocionado, me dice: “mira hija cómo son ellas, no distinguen a nadie, aman a todos por igual”.
Iba siempre a acompañar a las Madres. Me di cuenta que tenía vocación, y hablé con una Madre, preguntándole si podía ingresar a la Congregación. Me dijo que sí. Entonces en la Navidad, conocí su convento en el Patmos de Catahuasi. Allí pude ver más de cerca su misión, y decidí irme a Caravelí. Así el 29 de diciembre de 2011, ingresé a la Congregación.
Madre Aída MJVV, Perú.