Soy natural de Arequipa. Por motivo de trabajo tuve que trasladarme con mi familia a Andahuaylas hace 20 años. Mucho después, al llegar a la etapa de la menopausia tuve hemorragias. Después de seis meses, los médicos me la detuvieron con unas ampollas. Al cabo de unos tres o cuatro meses me volvieron las hemorragias. Los médicos me la detenían por un mes; después por quince días. Y al final con nada se detenían: ni ampollas, ni remedios caseros. las hemorragias eran abundantes, al extremo de que ya no podía utilizar las vendas higiénicas, sino pañales desechables.

Como trabajaba de modista, para cumplir con los trabajos que me llevaban para coser, tenía que verme obligada a sentarme a la máquina. Llegó un momento en que apenas me movía, me venía un flujo abundante. Era ya el año 1993. Fui al médico, éste me dijo que me tenían que operar porque tenía un mioma. Estaba tan anémica, mis manos tenían un color amarillo y necesitaba una transfusión de sangre. Necesitaba un donante. Mi esposo y mi hijo buscaban un donante y no lo encontraban, hasta que hallaron a un joven, pero que tenía muy escaso tiempo, de 7 a 7.15 am que lo utilizaba para tomar su desayuno. Generosamente el joven fue al seguro, para la donación, hasta en tres oportunidades, pero no coincidió con el horario del laboratorio. El joven se disculpó conmigo diciendo que o podía esperar más porque estaba en peligro de perder el trabajo.

Estaba tan débil, tuve que guardar cama, ya no podía levantarme. Estaba en el segundo piso y no me levantaba porque la cabeza me daba vueltas. Para ir al médico lo hacía ayudada por mi hija y mi ahijada, una de cada lado, aún así se me doblaban las piernas.

Yo conocía hace bastante tiempo a M. Luciana. Un día toca la puerta, y ésta se abrió sola, pues mi hija la había dejado junta al salir. La madre, entró en mi casa llamándome. Yo desde arriba la llamaba y le decía: suba. Ella desde abajo me decía: baje. Tuve que decirle que estaba muy mal. Al verme se asustó. Sacó una imagen de Mons. Kaiser y de Madre Wilibrordis, me la dio y me dijo: reza, reza mucho, reza bastante. mañana vuelvo.

Mons. Federico Kaiser, fue un alma contemplativa, se sumía con facilidad en la oración. Y también admiraba la grandeza de Dios en su creación. Dios le dio la virtud del asombro. Se admiraba hasta de las cosas más pequeñas.

Yo en mi cama empecé a rezar, me puse la foto sobre el vientre, rezando. Semi inconsciente veía que la casa giraba…y me quedé dormida…Al despertar mi hija se acercó y me preguntó: ¿te sientes bien? Le dije que me sentía un poco mejor y que quería levantarme. Me lavé y luego le dije que me acompañara al Señor de la Ascensión. ¿En taxi?, me preguntó mi hija. “ No, caminando”. Fui caminando ayudada por mi ahijada, por una pendiente, camino de herradura, unas diez cuadras. Lo asombroso era que no me cansaba. Llegué sin cansancio y si necesidad de cambiarme de descartable. He rezado, estuve allí como media hora. Volvimos caminando. Fue un poco difícil la bajada para mí: Pero no me sentía tan débil como antes. Legué a mi casa “ sequecita” De allí hasta hoy. Empecé a restablecerme con una alimentación nutritiva hasta recuperar mi color. Me sentía con fuerzas para volver a trabajar y continué con mi vida normal.

Doy gracias a nuestro Padre Federico, yo atribuyo mi curación a su intercesión. Sé que es un milagro, desde el momento en que coloqué en mi vientre su foto, yo me curé. Ahora estoy completamente sana. Siempre rezo a nuestro Padre Federico. Él me ayuda y me protege. Gracias a Él no me falta trabajo. Me siento feliz porque me solicitan, me ofrecen contratos para trabajar, y al comparar mi situación con la de mis hijos que son jóvenes y no consiguen trabajo, no hago más que pensar: “ lo mío es obra del Padre Federico”. La foto de nuestro Padre la tengo en mi cómoda, donde de vez en cuando le prendo una vela de gratitud, y siempre está con sus flores

Éste es mi testimonio. Dios quiera que sirva para que sea elevado a los altares,“ nuestro santito”.

L.C.H. 27 de febrero de 2004.

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