Mi nombre es B. M. vivo en Vila Vila, departamento Cochabamba- Bolivia. Y quiero dar testimonio de las gracias recibidas a través de la intercesión de Mons. Kaiser.
Uno de mis hijos, Marquitos, cuando tenía unos dos años enfermó gravemente de gripe. Al parecer se convirtió en pulmonía. Lo llevé al hospital con fiebre muy alta pero los médicos nada hicieron. Muy preocupado por la salud de mi hijito regresaba a casa. Pasando por la cancha de futbol me encontré con las madres que iban a ser alguna visita a domicilio. Al ver mi preocupación se acercaron a mí y M. Anunciata me dijo:
– ¿Qué le pasa Don B.? ¿por qué está tan preocupado?
– Es mi hijo Marquitos. Está muy mal y en el hospital no le hacen nada, les contesté.
Las Madres me acompañaron y constaron que tenía mucha fiebre. Estaba muy enfermito. Madre Anunciata me dijo:
– Rezaremos a Nuestro Padre para que cure a su hijo.
Se pusieron a rezar la oración de Monseñor Kaiser y bendijeron a Marquitos con agua bendita. Me aconsejaron que yo también rezara esta oración. Mas confortado regresé a casa encomendando a mi hijo a la protección de Monseñor. Después de esto pude notar que empezaba a mejorar. A partir de allí muy poco se ha enfermado de gravedad. Es un niño vivaracho y muy inteligente. Es monaguillo. Desde entonces siempre acudo a monseñor Kaiser cuando tengo alguna dificultad.
Recientemente, experimenté nuevamente su ayuda. Viajé a una comunidad llamada Chiliche y para esto me había prestado una moto. Regresando a casa, tuve necesidad de ver algo en los documentos que siempre llevo en mi billetera. Con sorpresa me di cuenta que no estaba en el bolsillo donde siempre la coloco. Entonces regresé a Chiliche buscando por los lugares donde había estado, pero sin encontrar nada. Volví a Vila Vila muy preocupado, pues allí tenía todos mis documentos.
Con mucha confianza empecé a rezar la oración a Monseñor Kaiser. Así pasaba el tiempo, preocupado por cómo voy a hacer sin mis Documentos. Ya que no dispongo de mucho dinero y de tiempo para viajar a la ciudad, mi confianza estaba puesta en la intercesión de monseñor. Un día domingo cuando salía de la Iglesia me esperaba un joven. Se acercó y me preguntó:
– ¿usted es Benancio?
– Si, le dije.
– Tengo sus documentos. Los encontré en el camino de Chiliche.
Grande fue mi alegría cuando este joven me entregó la billetera. No faltaba ni un documento incluso estaba completo el poco de dinero que tenía. Le di una pequeña propina agradeciéndole por haberme devuelto todo íntegramente. Agradezco a Monseñor por todo y a las madres que me han hecho conocer a este “santo”. Dios quiera que un día lo veamos en los altares.
Bolivia, B. M.