Ha pasado casi un mes desde que mi mamá se encontraba en una penosa agonía, internada bajo cuidados intensivos. Cada día el médico decía: Su estado es grave, su corazón y riñones están dañados… En uno de sus pulmones, además de la fibrosis hemos encontrado una masa tumoral. A esto se ha sumado una neumonía. Los días pasaban, se sumo una fiebre y seguía inconsciente, no la podían controlar a pesar de las extremas dosis de antibióticos.

Toda la familia pidió al médico que ya no le hagan más exámenes que añadan sus sufrimientos. Empezamos a hacer los trámites para su sepultura… Un día, 16 de abril (2018), la trasladaron a cuidados intermedios y entramos con mi hermana a visitarla, como de costumbre. Para sorpresa nuestra la encontramos lúcida y sonriente, sentada. La felicitamos por su esfuerzo y sacrificio de su parte, y le decíamos: «parece una reinecita». En seguida me miró desbordante de alegría y me dijo: «Todo esto se debe a tu Mons. Kaiser. Una noche he sentido olor a rosas, riquísimo y se ha acercado a mi cama bendiciéndome. Lo vi con su sonrisa de siempre, así como le conocí en Caravelí. Sí, a él le debo todo esto. Yo siempre rezo por la congregación»

Mons. Federico Kaiser sonriendo.

Mudas de sorpresa, nos miramos con mi hermana. Ahora mi madre está en mi casa feliz y agradecida. Viendo tan gran milagro, hemos ido ha hablar con los médicos esperando que se pronuncien asegurando que es un hecho prodigioso. Sin embargo, los médicos dijeron: «Bueno, la señora tenía dos opciones: la muerte o que responda al tratamiento. Es así, el tratamiento la ha mejorado»

Pese a la opinión de los médicos, yo estoy convencida de que aquí sucedió un milagro más, por medio de nuestro padre Federico. En gratitud a ello y para mayor gloria de Dios, hago público mi testimonio.

M.A.M.J.V.V

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