En nuestra Latinoamérica, hay una triste realidad: el matrimonio es un paso que da mucho temor. Es por eso que pasan años, incluso décadas como convivientes siendo ya muy ancianos. Este es el caso de una pareja de 67 años: Valentina y Víctor.

Madre Celina y Madre Felicidad seríamos las destinadas para ir de misiones a un pueblo de Chaynabamba, que se encuentra en Julcamarca, a más de 3400 msnm. de nuestros Andes peruanos. La misión duraría unos tres días, ya que íbamos a preparar a nuestros fieles para la visita del obispo.

Habría bautismos y por lo tanto debíamos preparar a los papás y padrinos con sus respectivas charlas. Los requisitos para los padrinos es que sean casados o solteros pero que no sean convivientes. Y aquí entra en escena Don Víctor. Sucede que le habían pedido que sea padrino de uno de sus sobrinos. Sabiendo que como conviviente no podía serlo, dijo que era soltero. Pero como la mentira tiene «patas cortas» terminó confesando que tenía cuatro hijos, antes que las madrecitas descubriesen su engaño.

  • Don Víctor, Ud. va a disculpar pero los convivientes no pueden ser padrinos, excepto si Ud. se casa mañana mismo, antes del bautismo- dijo la Madre.

Don Víctor quedó pensativo, pero había cierta emoción en su mirada.

  • Y ¿Cómo hago con las charlas?- preguntó Don Víctor.
  • Yo les puedo dar la charla cuando quieran pero para esto debe venir la señora- dijo la Madre.

Don Víctor llega a su casa conmocionado y dice a la señora:

  • Valentina, mañana nos casamos.

Ella como nunca había escuchado tal propuesta al respecto no le hizo caso y siguió trabajando. Don Víctor vuelve a repetir lo mismo.

  • Mañana nos casamos Valentina  y tú no me haces caso.

Al escuchar esto, Ella lo único que atinó fue abrazarlo y empezó a llorar de emoción. Pues casarse, confesarse y comulgar era el anhelo más profundo de su corazón, pero no veía ese mismo anhelo en su esposo, por eso ya había perdido las esperanzas.

Nuestros fieles son gente sencilla y poco expresiva, por ello a veces les cuesta entrar en diálogo entre ellos. Rápidamente se dirigen a la iglesia a solicitar las charlas para su matrimonio -lo que en realidad era una regularización- más de treinta años juntos y cuatro hijos en común, hacían que sólo les faltara la bendición de Dios. Todo el pueblo los conocía, y no habían impedimentos para que se realizara la boda, pero como les daba vergüenza, suplicaron que todas las charlas, ceremonia y festejos, sean en privado. Solo asistieron «los futuros compadres» y los papás del novio. Se confesaron, comulgaron, contrajeron sus nupcias y fueron padrinos, todo en un solo día. Abundantes bendiciones de un solo golpe. Muchos detalles de lo que hoy contamos, lo relató la «novia de esta historia», Valentina, quien no cabía de alegría por todo lo sucedido.

El cambio más notable fue en Don Víctor, a quien se lo ve limpiando la Iglesia, preocupándose por nosotras cuando vamos a visitar la comunidad, incluso manifestando el deseo de ser catequista, confesándose y comulgando cuando va el sacerdote.

A veces, nuestros fieles necesitan un empujoncito. Dios se valió de su deseo de ser padrino, para que manifestara un deseo aún más profundo: la de contraer matrimonio para vivir en la gracia de Dios.

Foto representativa: Misionera de Jesús Verbo y Víctima asistiendo un matrimonio.

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