Hoy el mismo Cristo, en la persona de su Vicario el Papa Francisco, hace un llamado de ir a las periferias, a los lugares más alejados, y abandonados. Pues fue mi primera gira misionera y ello despertó en mí gran entusiasmo. Nos tocó ir a la periferia, se trata de un pueblo llamado Cangrejera, al que no visitábamos por mucho tiempo. Y ahora debíamos reconquistar pues la mayoría de sus habitantes se encontraba sumergido en el error del sectarismo. Para llegar a dicho lugar hay que viajar hasta Motupe, unas cuatro horas en camioneta, allí esperamos una movilidad que sale en la madrugada, y viajamos una hora y media más, si es que no hay lluvia, de otro modo por la zona accidentada, la trocha del camino, y el clima que nos acompaña, debemos viajar cuatro horas más. En la Cangrejera, hay cincuenta familias, a quienes visitamos casa por casa. La mayoría son agricultores, y las casas se encuentran distanciadas. El pueblo cuenta con escuelas primaria y secundaria, a los que van varios jóvenes de otros pueblos más pequeños.

Imagen referencial

Al llegar muchas personas se alegraron por volvernos a ver después de tanto tiempo, pero no así las autoridades, quienes quedaron sorprendidas, pues no les había llegado el oficio que anunciaba nuestra visita, y por lo mismo no había nada organizado. Simplemente dijeron que no estaban enterados de nuestra visita. Gracias a Dios, se encontraba en el pueblo la directora del colegio secundario y algunos profesores, y nos acogieron en el colegio. En la noche con la directora, organizamos un plan educativo. Ella nos informó que la mayoría de alumnos pertenecía a una secta. Al inicio los alumnos nos escuchaban con atención, así que estábamos contentas. Pero los días sucesivos los padres de familia no enviaron a sus hijos al colegio. La misión se tornaba difícil. Al visitar las casas, nos cerraban las puertas, nos miraban con desconfianza, como si no quisiesen que estuviéramos allí. Nosotras no nos dejamos intimidar, al contrario, con todas nuestras fuerzas nos empeñamos en ayudar a niños y jóvenes. Estas sectas tienen ideas acérrimas, por ejemplo, dicen que sus hijos no necesitan estudiar pues es Dios quien les da la sabiduría. Piensan que Dios los cura mediante un agua que les vende el Sr. Pastor, por ello no aceptan la medicina. No valoran a la mujer, tratándola como una esclava.

En la segunda visita misional, dos meses después, volvimos a encontrar el mismo ambiente desolador. Las puertas se nos cerraban, pero…encontramos familias católicas, que venían desde muy lejos, y para no tener problemas con los sectarios, viven ocultos para no sufrir las burlas de los demás. Los hemos animado. Y seguimos con nuestra visita a la escuela. Allí los jóvenes de familia católica, poco a poco iban perdiendo el miedo y la vergüenza de manifestar su fe. Incluso algunos jóvenes pertenecientes a las sectas empezaron a acercarse, pero en ellos había una actitud temerosa, como si alguien los estuviese vigilando. Nos ganamos la confianza de los jóvenes, se acercaban para hablar de sus problemas. Las jóvenes nos contaban cuánto tienen que luchar para ser valoradas en sus casas, para que sus padres las envíen a estudiar. A los varones les enseñamos la dignidad de la mujer igual a la del varón. Es difícil cambiar de mentalidad de un día para otro, pero nos esforzamos para que los jóvenes crezcan con una mentalidad diferente.

Imagen referencial

En nuestra tercera visita misional, las cosas fueron mejorando. Más personas acudían a la Celebración de la Palabra. No querían irse a sus casa, sino que querían seguir aprendiendo sobre Dios, los sacramentos, las gracias, etc. Percibimos en ellos el hambre y la sed de Dios. Esta gente sencilla, quería conocer su fe y mantenerse en ella, por ello el interés por conocer el catecismo. Lástima que no teníamos suficiente para regalarles a cada uno un catecismo. Al terminar esta misión, la comunidad fue bendecida con la visita de Mons. Robert. Quien se quedó maravillado por los frutos de la misión. Él es muy observador, se dio cuenta no sólo de la lejanía geográfica, sino también el abandono espiritual de estas personas.

Doy gracias a Dios, y a nuestro Padre Fundador, Mons. Federico Kaiser, por el carisma que han plasmado en nosotras, es decir, ir a los lugares más alejados, abandonados y pobres, a la zona periférica donde pude ver claramente  cómo estas personas viven en la ignorancia religiosa y sin el auxilio divino de los sacramentos.

M. Balbina MJVV

Post navigation

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *