Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, dice Jesús en su Evangelio, Mt 19,14. Porque si nos hacemos como niños (en pureza, inocencia, abandono en Dios) entraremos en el Reino de los Cielos. He aquí una anécdota misionera de la diócesis de Santa Clara, en Uruguay.

En la diócesis de Cerro Largo-Uruguay, hubo un cambio de obispo. Todas las parroquias comenzaron a invitar a Monseñor a visitar su área pastoral. Santa Clara lo invitó para la solemnidad de Pentecostés, aprovechando la ocasión para que los jóvenes recibieran la Confirmación. Se preparó un almuerzo, se invitó a varias personas y con mucho entusiasmo prepararon todo. El nuevo obispo es una persona muy simpática y sabe llegar a todos. Por la tarde se celebró la Santa Misa. Estuvieron presentes los niños de catequesis, especialmente los de Primera Comunión. Les hicimos sentarse en primera fila. En el momento de la homilía, Monseñor bajó del altar para estar más cerca de la gente. Comenzó hablando de la patrona del país, Santa Clara, dónde nació, qué hizo, dónde vivió…». Lo hizo de una manera muy familiar. De repente, uno de nuestros niños, el más inquieto, interrumpió a Monseñor, diciendo: «Entonces, ¿por qué la llamamos Santa Clara de Olimar, si ella dice que es de Asís, ¡ah! ¿Olimar es su apellido? Monseñor sonrió, porque el niño prestaba atención y la gente quería reírse de la broma de Luca. La madre a su lado dijo en voz baja y con vergüenza:

Lucas, ¡cállate! Monseñor continuó explicando, dando una respuesta al niño. Luego habló de lo que se celebraba: la venida del Espíritu Santo. Como siempre, entregamos los dones del Espíritu Santo, cada uno con su nombre, para que la gente aprendiera y registrara sus nombres. Como estaba previsto, Monseñor comenzó a preguntar los nombres de los dones que Dios nos había dado. Los niños comenzaron a nombrarlos y se pueden imaginar la cara de felicidad de Monseñor al ver la respuesta de los niños. Llegó al último regalo y fue el turno del propio niño, Lucas. Dijo: «No lo veo, no lo entiendo bien». Y con la mano hizo un gesto para que Monseñor lo tapara. La gente comenzó de nuevo a reír socarronamente. Monseñor sonrió y dijo: «Ah, me lo has vuelto a hacer, ¿verdad? No se había dado cuenta de que los nombres de los regalos estaban escritos en las llamas y los niños leían desde sus asientos. La madre volvió a decir: Lucas… ¡¡¡¡!!!!

A Lucas siempre se le ocurre un chiste, y esta vez lo hizo en la homilía de Monseñor. Nos sonrojamos de vergüenza, porque ya imaginábamos que se le ocurriría algo. Monseñor quiso conocerle mejor y habló con él al final de la misa. Lucas le abrazó cuando se despidió. Aquel día fue muy bonito. Monseñor estaba muy agradecido por el trabajo que hacen las Madres y la gente estaba muy contenta por la visita del Obispo.

Madre Aloysia MJVV

 

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