Biografía

Monseñor Federico Kaiser Depel MSC (1903-1993), fundador de las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima y primer obispo de la Prelatura de Caravelí.

Biografía

Infancia y despertar vocacional (1903-1913)

Federico Augusto Kaiser Depel, nació el 24 de mayo de 1903 en Düelmen, Alemania. Su madre se llamaba Guillermina y su padre José. Federico es el tercero de cinco hermanos: María, José, Carlos y Gertrudis. Era de una familia de profunda raíz cristiana, es por eso que a los tres días de su nacimiento es bautizado en la iglesia de San Víctor. Esta fecha la recordará durante toda su vida como la data de su verdadero nacimiento: el 27 de mayo. Solía decir: “Bendita la hora en que nací, creatura de Dios; más mil veces bendita la hora en que fui bautizado, hijo de Dios.”

Su madre fue su “primera y mejor catequista”, como él la llamaba. Supo inculcar en el alma de sus hijos un grande amor a Dios. De su padre heredó la pasión por la lectura. A la edad de 3 o 4 años sintió por primera vez el llamado a su vocación.

Un día vio llegar a casa, al sacerdote que visitaba a su abuela paterna, quien desde hacía algún tiempo se encontraba enferma y vivía con ellos. Mucho le impresionó este personaje de negra sotana, que conversaba con amabilidad y de modo cordial con su abuela, pero también con los más pequeños. Las visitas frecuentes hicieron que esta admiración se convirtiera en amistad.

Sin embargo, lo que más impacto a su joven almita fue ver la solemnidad con que cada mañana se recibía al sacerdote para el momento de la comunión de su abuelita. Todo estaba bien dispuesto para el sagrado momento, el pequeño Fritz de rodillas junto a su madre. El sacerdote con su blanco roquete se disponía a dar la comunión. Es allí cuando por primera vez asoma una idea, que determinará toda su vida: “Eso quiero ser yo. Así como ese sacerdote”. Pero de este preciado secreto no dijo nada a nadie.

Su “primera dificultad vocacional”, fue cuando descubrió que este sacerdote que visitaba su casa, tenía en su cabeza como una especie de sol brillante. Apenas se fue el Padre, corrió a preguntarle a su madre, que es lo que tenía ese sacerdote en su cabeza. Ella le respondió: “eso se llama tonsura”. Como era pequeño y no entendía muy bien el significado de estas palabras, él comenzó a repetirlas de otro modo, “¿torusa?, ¿santura?”. Esta simpática pronunciación no pudo contener la risa de Mamá Guillermina, que no lograba explicarle con claridad que cosa era una tonsura. Finalmente, concluyó la conversación diciendo: “Eso lo tienen todos los sacerdotes! Rápidamente, fue a un rincón a ver si él también lo tenía. Grande fue su desilusión al comprobar que su cabeza estaba toda cubierta de cabellos.

Comenzó a ir a la escuela estatal “San José” de Düelmen, donde aprendió a leer y escribir con rapidez. Esto marcó profunda huella en su vida, ya que una de las cosas que más le gustaba era leer, hasta convertirse en una verdadera pasión. Al mismo tiempo comenzó a asistir a la catequesis parroquial, donde entendió el significado de tonsura y afirmo su deseo de ser algún día sacerdote. Al poco tiempo recibió su primera comunión.

Un día llega a sus manos una revista de una Congregación misionera. Le entusiasmaron los relatos los Misioneros del Sagrado Corazón de Hiltrup, una ciudad que se encuentra a 35 Km. de Dülmen. Esta lectura despertó en él un doble anhelo: ser sacerdote y misionero. Pero seguía ocultando a todos este “secreto”, como su más preciado tesoro.

Su secreto al descubierto (1914- 1918)

En 1914 estalló la primera guerra mundial (1914-1918). Toda Alemania sufría bajo el peso de una gran crisis económica, que afectó a todos, incluida la familia Kaiser. Sin embargo, la Iglesia siguió siendo para todos un sostén y apoyo espiritual en estos momentos difíciles. Es así que, en 1916, en plena guerra, Federico con trece años, recibe junto a 1600 jóvenes el sacramento de la confirmación.

Era muy buen alumno. En 1916, Federico terminó la escuela primaria con excelentes calificaciones. El director de la escuela le recomendó a su papá que le diera estudios superiores a su hijo. En aquel tiempo no todos podían seguir estudiando. Generalmente los jóvenes después de terminar la primaria empezaban a trabajar, sin estudios. Es por eso que, en febrero de 1917, se presentó en la oficina de la ferretería y obras de ingeniería “Príncipe Rodolfo” de su ciudad natal, para hacer sus prácticas como oficinista. En su trabajo se mostraba obediente, servicial, humilde y confiable, según el testimonio de quienes lo conocieron.

Cuando tenía unos quince años, en 1918, su madre descubrió que él quería ser sacerdote. “¿Quieres ser sacerdote?”, le preguntó un día en que se encontraban los dos solos en casa. A pesar de que la pregunta sorprendió al joven Federico, él no dudó en contestar: “Sí, mamá quiero ser sacerdote”. Lo que siguió a este momento fue un profundo silencio y la emoción de una madre, que agradecía al Cielo este maravillosos don. “Bueno, vamos a ver”, fue su respuesta, pues su familia vivía una situación económica de mucha estrechez, como consecuencia de la primera guerra mundial. Para esto tendría que seguir sus estudios en un colegio privado y pagar pensión.

Sus papás decidieron entonces que Federico abandonaría sus prácticas comerciales y con clases particulares recuperaría el tiempo perdido de clases. Después de consultar con el sacerdote, el Padre Müller, encargado de las vocaciones en su parroquia, inició los trámites para ingresar en el seminario menor de los Misioneros del Sagrado Corazón.

Seminarista: una vocación probada (1919-1931)

En la fiesta de Cristo Rey de 1919, Federico ingresó en el Seminario menor donde hizo los estudios secundarios, con el latín, francés y griego, que él aprendió con gran facilidad. En seguida se encontró muy bien con Padres y co-hermanos. Siguieron varios años de estudio, todo marchaba bien. Soñaba con llegar a la meta: después de la secundaria vendría el Noviciado, Diaconado y Sacerdocio. Sin embargo, su salud comenzó a debilitarse notablemente.

Lamentablemente ya muy cerca de los exámenes finales se sentía tan mal que el Padre Superior decidió enviarlo a su casa para se recupere. Después de un tiempo regresa nuevamente a estudiar y logró terminar la secundaria. Semanas más tardes, en verano de 1924 ingresó como novicio de los MSC.

Al concluir el primer año del noviciado, nuevamente su salud se quebrantó y esta vez el médico aconsejó un descanso, de al menos, un año. Su madre, acompañaba el sufrimiento y dolor de ver a su hijo no poder cumplir con su deseo de ser sacerdote. Federico con frecuencia visitaba la tumba de la Beata Ana Catalina Emerick, que se encontraba en su ciudad natal, Dülmen. A ella le pidió che le ayude a alcanzar la gracia del sacerdocio, y la intercesión de la Beata no se hizo esperar.

Encontró un buen médico que le hizo entender que a veces la naturaleza humana no sigue los deseos del espíritu, por eso le aconsejó: FIRME EN LA DECISIÓN, PERO SUAVE EN EL MODO. De esta manera Dios forjaba al futuro maestro de almas. En 1926 regresa nuevamente y debe reiniciar el noviciado. Desde entonces no perdió ni una hora de clase. Su mayor alegría era el estudio de la Biblia. La llamaba el VERBO DE DIOS hecho letra, el tabernáculo portátil donde nos encontramos con Dios. En 1930 profesa sus votos perpetuos.

Sacerdote para siempre (1932-1938)

El 20 de marzo de 1932 es ordenado diácono. Y por fin llegó el gran día: el 10 de agosto de ese mismo año fue ordenado sacerdote en la catedral de Paderbon. “Gracias a Dios esto ya no me lo quita nadie”, rezó mientras el obispo, Kaspar Klein, le imponía las manos. Nunca dudó que esto era un don divino alcanzado por la intercesión de la Beata Ana Catalina Emerick, a quien recurrió durante su enfermedad y la ofrenda de vida que hizo su buena madre para que el hijo llegue al sacerdocio. En 1928 había muerto su mamá, así que solo asistió su papá y sus hermanos a la ceremonia.

 

El 15 de agosto de 1932 celebra su primera misa en Düelmen con la participación de sus hermanos y mucha gente de la ciudad. Ya sacerdote presentó a tiempo su solicitud para ir de misiones a la China, y si esto no fuese posible, podría trabajar en Oceanía o Norteamérica, donde su Congregación MSC tenía ya varias parroquias.

Sus superiores decidieron que se preparara a la tarea de maestro de retiros, pero esto no se logró, pues pronto fue enviado a la casa central como asistente en la administración provincial. Todas sus ilusiones de misionero se desvanecían. La pregunta que entonces le pesaba como una montaña era si alguna vez podría ir a lejanas tierras en busca de almas para Cristo.

Más tarde, antes de la segunda guerra mundial, cuando los nazis se llevaron prisioneros al Superior y Administrador provincial se hizo cargo de la administración de la provincia, cargo que despeñó durante siete años. Sus días transcurrían entre el púlpito como predicador y en la oficina; no se daba tregua para servir a todos con una caridad exquisita. El clima político en Alemania se hacía cada vez más oscuro, también para las órdenes religiosas. Como ecónomo provincial se enfrentó a los nazis y pudo ganar un juicio para liberar a dos hermanos injustamente encarcelados por el nacionalsocialismo.

Y por fin misionero (1939- 1956)

En 1938 viajaron por primera vez dos Padres MSC al Perú. En el Padre Kaiser, aún estaba intacto el anhelo de ir a misionar lejanas tierras, pero aún lo necesitaban como Administrador de la Congregación. Cargo en el que permaneció durante siete años. Sin embargo, vio en esto siempre la voluntad de Dios. A estos dos co-hermanos les procuró las cosas que iban a llevar a esta nueva misión. Los acompañó hasta el barco y allí los despidió. Vio alejarse el barco hacia altamar donde iban sus hermanos y también sus ilusiones misioneras. Del Perú llegaban buenas noticias y sobre todo el aviso que necesitaban refuerzos. Cuánto se alegró cuando su superior le comunicó que el próximo en ir al Perú iba a ser él.

El barco arribó al puerto del Callao-Perú, el 22 de abril de 1939. Ahora su corazón se sentía dichoso, pues se veía realizado su anhelo de ser Sacerdote y Misionero. En Lima encontró a sus cohermanos que aún no tenían casa propia, no tenían una parroquia y tampoco tenían dinero. Sin embargo, vivían muy unidos y reían mucho.

Desde el principio se sintió atraído por el modo de ser de los peruanos, dijo: “El Perú y su gente me gustan. Aquí me quedaré y pronto me nacionalizaré peruano. Aquí quiero trabajar y morir”. El idioma nunca fue un obstáculo para él. Su deseo de ayudar a sus fieles que le buscaban por su sencillez y bondad, hizo que aprovecharan todo momento libre para aprenderlo.

En Lima trabajó como Misionero visitando las barriadas y pueblos del interior. También como profesor de religión en los colegios secundarios y para ellos escribió un libro. En 1939 fue enviado por algunos meses a Huánuco, donde trabajó como director espiritual en el seminario. Después, por casi un año se desempeñó como vicario cooperador en una parroquia de Ica. En setiembre de aquel mismo año, empezó la Segunda Guerra mundial y no tenían comunicación con Alemania. Pero a pesar de todo el sufrimiento que esto le causó, porque toda su familia se encontraba allí en ese momento, no dudó de ponerlo todo en manos de Dios. Con confianza filial le dijo a Jesús un día: “Señor, yo me ocupo de tus asuntos aquí en Perú y Tú, por favor, te ocupas de los míos allá en Alemania.” Con esta confianza se entregó por entero a su labro sacerdotal en Lima.

El 26 de febrero de 1944, Monseñor Pascual Farfán, arzobispo de Lima, dio título de viceparroquia a la capilla pública anexa a la comunidad de los Padres MSC, denominándola viceparroquia de San Felipe. Fue nombrado primer Vicepárroco de la misma el Padre Federico quien la regentó hasta 1948. Trabajó incansablemente, feliz y fervoroso, pues tenía una vasta grey que no le dejaba tiempo de reposo. Pronto se dio cuenta que la pequeña capilla no daba abasto para toda su feligresía e inició la construcción de un nuevo templo.

Durante su larga estadía en Lima, el padre Kaiser fue asesor de la Acción Católica de la juventud femenina, a nivel arquidiocesano y nacional (entre los años 1950 a 1956); impulsó el movimiento bíblico y fue su apóstol. Además, dictó cursos de teología bíblica en el Instituto Riva Agüero de la Universidad Católica de Lima. Su amor por la Biblia le llevó a crear grupos de estudios bíblico y dictar conferencias bíblicas en la Universidad Católica. Fruto de estos encuentros son sus libros: “Te llama la Biblia”, “Contesta la Biblia”, “Vamos a Jesús”, etc. Pasados los años publicó “El mensaje Bíblico”. Trabajó como confesor, director espiritual y de retiros en varias congregaciones femeninas.

En medio de toda su labor pastoral en Lima, su corazón sacerdotal sufría por otras almas que no eran de su feligresía pero que tampoco eran de otros, es decir, por aquellos que viven en la lejanía donde no llegaba un sacerdote. Nunca pudo olvidar las palabras de aquella señora en Ica, que después de haberse confesado la vio llorar fuertemente en la iglesia. Al preguntarle el motivo de su llanto escuchó su queja: soy de allá arriba, de los Andes. Allá no tenemos un sacerdote. Allá moriré un día como los demás, sin sacerdote, sin confesión, sin comunión, sin extremaunción. El Padre Federico entendió estas palabras como el “Grito de los Andes” que clamaba por sacerdotes.

Quería hacer llegar a todos el amor de Cristo, así organizó misiones en el sector vecino a su parroquia, Lobatón. Les prometió hacerles también una iglesia. Y lo cumplió: el Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón.

Padre, Pastor y Fundador (1957- 1987)

A principios de 1957 fue nombrado Administrador provincial y superior de la comunidad de Lima. A fines del mismo año Roma le nombró primer Prelado de la nueva Prelatura de Caravelí. El 8 de marzo de 1958 llegó a Caravelí y dio inicio a la gran obra de su vida. Encontró muy poco: una catedral semi destruida, pocos sacerdotes, ninguna religiosa, mucha hambre de Dios. Sin perder el tiempo visita toda la Prelatura llevando la gracia de Dios a través de los sacramentos, sin importarle las fatigas por aquellos caminos intransitables. Se dio cuenta de la necesidad urgente de más sacerdotes. Los buscó primero por Europa, pero no los encontró. Construyó el seminario menor para promover vocaciones del lugar. Se dedicó con esmero a formar catequista que ayuden en los lugares a donde el sacerdote no podía llegar.

Al mismo tiempo construyó un jardín de infancia que más tarde se convirtió en escuela, la catedral y la sencilla casa prelaticia donde vivía, un convento para las Madres Misioneras del Sagrado Corazón, un tópico donde las Madres atendían a la gente, una represa de agua para ayudar a los campesinos, etc. Pero el clamor de los Andes no cesaba.

Entonces concibió la idea de fundar una Congregación religiosa cuyo fin especial sería la de compartir el abandono de la gente y mitigar el hambre de Dios, mediante la enseñanza de las verdades religiosas, la celebración de la Palabra, administración del bautismo, asistencia a matrimonios, atención a enfermos y moribundos, formación de catequistas, es decir, todo aquello para lo cual no se requiere el orden sagrado. Y el 22 de junio de 1961 erigió la Pía unión de las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima, nombre tomado de su insignia como Prelado y que lo ratificó en su consagración episcopal. Esta misma espiritualidad plasmó en su fundación: llevar una vida consagrada a Jesús Verbo y Víctima en Caridad docente y penitente.

Desde 1962 a 1965 Mons. Kaiser participó activamente en las cuatro etapas del Concilio Vaticano II. Allí hizo un dramático pedido: Sacerdotes para donde no los hay. Estando en Roma, en 1963, su Santidad Pablo VI, le nombró obispo titular de Berea. Tenía 60 años y era el primer obispo alemán en el Perú. Así un 7 de diciembre de 1963 fue consagrado Obispo en la Iglesia de San Víctor, en su pueblo natal.

En sus boletines pastorales informa a sus sacerdotes sobre los avances de las sesiones y terminado el Concilio les puso al día sobre los nuevos decreto y constituciones conciliares. Con gran celo deseaba que sus sacerdotes y fieles cumplan las disposiciones del último Concilio.

Con gratitud a Dios mira el crecimiento de su obra y el 25 de marzo de 1971 la hace Congregación de derecho diocesano. La joven fundación despliega su labor misionera en la Prelatura de Caravelí y en otras diócesis del Perú. Ese mismo año, por motivo de salud, presentó a Roma la solicitud de renuncia como Obispo de Caravelí. Su Santidad, Pablo VI, aceptó su renuncia y el 25 de mayo de 1971 cesó su labor de Ordinario de la Prelatura de Caravelí.

A partir de entonces se dedicó íntegramente a la formación de sus religiosas con la ayuda de Madre Willibrordis MJVV, quien le acompañó desde el inicio de la fundación. Es la época de oro del Siervo de Dios en la que, a través de sermones, retiros, conferencias y escritos, como la hermosa alegoría del Rey Amor, plasma toda su riqueza espiritual dejándola como legado a sus hijas. El 14 de setiembre de 1982 Roma eleva su fundación de Misioneras de Jesús Verbo y Víctima a Congregación de Derecho Pontificio.

A la Casa del Padre (1988-1993)

En enero de 1988, a los 84 años de edad, sufrió una embolia cerebral que le atacó el centro del habla. Entonces se hace realidad lo que antes había dicho: Después de haber hablado tanto a los hombres de Dios ahora hablaba a Dios de los hombres. En el retiro del Cenáculo, transcurren sus últimos días en fervorosa oración y penitencia. Pero pone todo su empeño en aprender de nuevo a leer y escribir. Grande fue su alegría cuando el setiembre del mismo año pudo celebrar de nuevo la Santa Misa, hasta el día 25 de setiembre de 1993, cuando a partir del mediodía se sintió mal, agravándose rápidamente. Repetía: ¡VIVA CRISTO REY!, y mirando a sus religiosas que le rodeaban les decía: “No olviden al AMOR, no olviden su CARIDAD DOCENTE Y PENITENTE, no olviden que son MISIONERAS.”

El 26 de setiembre de 1993, el Señor le llamó para sí. Era un domingo y mientras en las diversas parroquias se daba inicio a la semana bíblica; él que tanto amó a Jesús Enletrado, ya no necesitó de la Biblia para seguir conociendo a Cristo, pues le veía ya cara a cara. Fue sepultado, en el cementerio del pueblo, en medio de sus hijos caravileños. Desde 2003 sus restos descansan en el Convento Cenáculo de Caravelí, Casa Madre de las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima, donde acuden muchos devotos confiando en su valiosa intercesión ante Dios.

El 28 de setiembre de 2018, el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne abrió el proceso sobre la vida, virtudes y fama de santidad del Siervo de Dios, Monseñor Federico Kaiser Depel MSC, primer obispo de la Prelatura de Caravelí y fundador de las Congregación de las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima. Después de intensa labor de parte del Tribunal eclesiástico se celebró la Sesión de clausura el 26 de julio de 2019 presidida por el Obispo Auxiliar, Mons. Octavio Casaverde.

El 17 de setiembre del 2019 nuestra Madre Superiora General, Madre Jacinta MJVV y Madre Trinidad MJVV, Portadora del Proceso, se presentaron en la oficina de la Congregación para las causas de los Santos e hicieron entrega a Mons. Giacomo Pappalardo, oficial de dicha Congregación, de las dos copias de las actas del proceso de beatificación de Nuestro Amado Padre Fundador. Con este acto se dio inicio a la fase romana de dicho Proceso.