Entrevista al Padre Helmut Friembichler
Padre Helmut Friembichler. Nació en Austria en el estado de Salzburgo, en Seekirchen. Actualmente trabaja en la parroquia de Henndorf y Köstendorf en la archidiócesis de Salzburgo desde septiembre de 2017. Es sacerdote desde 1998. En 1991 ingresó al seminario de Salzburgo, también estudió durante un año en Innsbruck.
- ¿Cómo conoció Ud. A las misioneras de Jesús Verbo y Víctima?
Conocí a las hermanas de Perú en 2014 cerca de mi antigua parroquia en Mittersill.
- ¿Qué fue lo que le animó a realizar la experiencia misional en Perú?
Al conocer a las hermanas, ya tenía en mi cabeza la idea de que si el Arzobispo me concediera un año sábatico (y esto es lo que establece la ley del sacerdocio al cambiar de parroquia), me gustaría pasar el tiempo en algún lugar de América del Sur.
Esto fue precedido por una visita a San Ignacio en Bolivia en 2012 con un asistente pastoral que ya había trabajado allí como voluntario. Así conocí gente pobre en Bolivia por primera vez. A partir de entonces, creció en mí este deseo de pasar un tiempo en América Latina.
- ¿Fué un obstáculo la lengua?
Un cierto obstáculo fue el idioma. Además de mi trabajo pastoral, también traté de aprender español a través del autoaprendizaje. Más tarde, ocasionalmente recibía clases del idioma de un joven estudiante. Con la edad avanzada y con el aumento de la carga de trabajo como cura de tres parroquias, no fue fácil familiarizarse con el idioma.
- ¿Podría contar su experiencia y alguna anécdota?
A finales de octubre aterricé en avión en Lima y quería pasar unos días más en la ciudad para conocerla y visitar los lugares sagrados (tumbas de Santa Rosa y san Martín de Porres).
Cuando tomé un taxi al centro de la ciudad, me sumergí en un caos total. Las calles estaban congestionadas, el taxista me condujo hasta un estacionamiento y me acompañó a pie hasta un hotel, ayudándome a llevar el equipaje. Me explicó que había una gran fiesta religiosa y yo no sabía cuál podría ser esa fiesta. Pensé: la próxima gran fiesta es la solemnidad de todos los Santos. Así que al día siguiente me dispuse a averiguarlo. Por supuesto, como europeo, no conocía esta festividad: el Señor de los Milagros. Me asombró ver la gran procesión, las enormes bandas acompañando la procesión por la ciudad con solemnes marchas y la multitud de personas en movimiento.
La víspera del 1 de noviembre de 2016 llamé a las hermanas en Lima y de inmediato me pidieron por teléfono presidir la santa Misa en la solemnidad de Todos los Santos. Me preocupé un poco por el idioma. Pero las hermanas se mostraron extremadamente amables y cordiales y, por supuesto, también agradecidas, aunque celebré en un español apenas comprensible, ellas felices por participar en una Santa Misa en este día festivo.
De Lima fuimos a Caravelí, donde fui muy bien recibido por la comunidad y pude conocer la Casa Madre, el corazón de las misioneras, por así decirlo. De allí fuimos a ocho «Patmos» durante los siguientes meses, desde donde visitamos los pueblos.
No siempre fue posible llegar a los pueblos más lejanos con una camioneta. Por lo tanto, fuimos también a caballo o incluso a pie con la ayuda de burros para llegar al destino. Lo que me impresionó fue la extensión del país y que a pesar de la inimaginable lejanía de los pueblos, el mensaje de Jesucristo llegó hasta allí y se construyeron iglesias, aunque en forma más sencilla. En algunos lugares sí se encuentran iglesias construidas con adornos. Los primeros misioneros hicieron grandes cosas. Me impresionó la vida sencilla de la gente y su felicidad. Entonces todo fue un desafío para mí: el clima, la altitud, el idioma, la simplicidad de la vida. Sin embargo, las hermanas organizaron todo muy bien y me cuidaron, para que me sintiera muy seguro y pudiera aceptar los desafíos de cada día.
- ¿Recomendaría a otros sacerdotes que hagan esta experiencia?
A mis hermanos sacerdotes en Austria, que no quieren ser persuadidos de hacer tal mision, les he dicho que este año he realizado el mayor trabajo pastoral en números, pues las hermanas llevaron un balance preciso. En este corto tiempo celebré 65 bautismos, 2232 confesiones, 512 unciones de enfermos, 5 matrimonios y 566 bendiciones de casas.
- ¿Le gustaría volver a esas tierras de misiones?
Confieso que mis pensamientos vuelan a menudo a Perú y en la oración siempre sé que estoy conectado con estas personas y con la pastoral de las hermanas misioneras. En mi corazón pido a Dios que pueda volver una vez más a Perú.
- ¿Algo más?
Al fin una pequeña historia:
Fue en un pueblo de la comarca de Cañaris donde recibí una calurosa y exuberante acogida. Luego le dije a la gente que no era el presidente. A lo que respondieron: Precisamente, pues al Presidente no recibiríamos así. Esto me decía que tenían un nivel muy alto de fe en la Iglesia y esperaban más de Jesucristo que de cualquier posibilidad humana.
Padre Helmut, espera regresar a las misiones en Perú, para anunciar a Cristo entre los más alejados, abandonados y pobres.