Es una gran alegría para mí compartir con todos ustedes mis hermosas misiones. Para la fiesta del Corpus Christi, mi madre superiora me encargó un pueblito llamado Puñón, y me dio toda libertad para hacerlo, es decir del modo que yo me ingeniase. Empecé a prepararme con anticipación, como si fuera una gran procesión.
Llegó el gran día, y me fui muy temprano, acompañada de una señora. Llegando, salimos inmediatamente a tocar las puertas de las casas, e invitando a la gente a acompañarnos en la procesión, que preparen sus altares. Invité al puesto policial, a la casa de artesanía, a los club deportivos, etc. La gente en este pueblo es fría, y mi Superiora me dijo que haga lo que pueda. Así que me dije: si la gente no responde, entonces no importa yo iré sola, saldré a las calles con Jesús.
A las 3 pm. inicié la Celebración. Vino una señora, y unos cuantos niños, cosa que para mí ya era una gran alegría, pues tenía la esperanza que vendrían más. Yo no esperaba las sorpresas que Jesús se había preparado. Salimos a la procesión, y todo estaba preparado. Pedí a una señora que me ayude a cantar. Durante todo el recorrido encontré 10 altares, que la gente preparó según sus posibilidades, su cariño. Yo pensé que no iba a ver ninguno. En cada altar hacíamos oraciones, peticiones, y cantos. En el último altar Jesús premió a todos dándoles un exquisito refrigerio, seguramente los vio cansados, ya que la procesión duró 4 horas, y en su delicadeza les dio este premio. En la procesión participaron algo de 20 personas, entre niños y adultos.
Este día los puñenses hicieron penitencia. Yo me dije: ya que no van a la Iglesia, entonces que caminen. Todo cuánto se hizo ese día lo ofrecí para que la gente de Peñón sea más fervorosa. Así culminamos esta misión, aunque no tuvimos almuerzo, pero la procesión salió hermosa. Esta fue una gran alegría que llevo en mi corazón.
Madre Justina MJVV