Cada cierto tiempo se da en nuestra congregación cambios de personal. Sabía que mi cambio, me limitaría por un tiempo el ir a las tan anheladas misiones. Por ello me apresuré a pedir que me envíen de misiones, al menos por la semana Santa.
El Señor permitió que fuese a Herbay Alto, en la provincia de Cañete-Lima. Juntamente con Madre Norma, para quien sería sus primeras misiones. Comenzamos con las visitas a domicilio, catequizando a la gente sobre el valor y significado de la semana Santa. Invitando a los fieles a participar de los actos litúrgicos, como también a acercarse al sacramento de la reconciliación.
Pude experimentar que somos sólo instrumentos en las manos de Dios, por medio de los cuales Dios actúa. Una ancianita, a quién habíamos hablado del sacramento de la confesión, del sacrificio que Cristo sufrió por nuestros pecados, etc. me da la respuesta típica: «Yo no me confieso porque no he matado a nadie, no hago mal a nadie….» Entonces, no sé por qué le dije: «Y todo lo malo que has hecho en tu vida pasada, los hijos que no has querido tener, tus infidelidades….» Y otras cosa más, que yo misma me sorprendía pues no sabía por qué se lo estaba diciendo. La señora comenzó a llorar y apenas podía hablar: «Sí, yo he abortado dos veces, engañé a mi esposo, abandonando a mis hijos…» Le hablé del amor y la misericordia de Dios y la llevé al confesionario. Con toda seguridad en el cielo hubo una gran alegría por esta alma que después de mucho tiempo se acercaba a confesarse.
Fuimos al jardín de infancia, a la escuela, y al colegio, lugares en donde rezamos el Vía Crucis. Se prepararon escenificando la estación que les tocaba, además de su mural y un canto. Impresionan las almas inocentes y su hambre de Dios. Por las noches rezábamos el Vía Crucis por los barrios, hubo respuesta y participación de la gente y algo sorprendente también los varones. Tal vez fuese porque la Cruz era grande y algo pesada. Quienes pasaban por la calle se detenían a rezar.
Para el domingo de Ramos, la respuesta fue muy grata. Iniciamos la procesión desde la entrada del pueblo, la gente había adornado las calles y sus casas. Pronto llegó el Jueves Santo. Los invitamos a participar del lavatorio de los pies, y les explicamos el significado del traslado del Señor al monumento, razón por la que debemos acompañar al Señor en esa noche. Gracias a la ayuda de una buena señora que contrató a una decoradora, el monumento para el Señor fue muy bonito. Los fieles acompañaron hasta media noche. El viernes Santo, muchos se confesaron, después de la celebración de la liturgia, rezamos el Vía Crucis.
No sólo estuvimos en Herbay Alto, sino que acompañamos al párroco, P. Leoncio Córdova, para atender a algunos de sus pueblos. Todos hubieran querido tener Santa Misa, pero lamentablemente el sacerdote no se alcanza para atender a todos los pueblos. Así que tuvimos la oportunidad de realizar: Celebraciones de la Palabra, Bautismos, y cuatro procesiones para el domingo de Ramos.
Para la Vigilia Pascual, realizamos las siete lecturas. Como Madre Norma canta muy bien, invitamos a las personas para cantar los salmos, y la respuesta fue muy optima. Siempre me ha gustado la Vigilia Pascual: Salir de la oscuridad, iluminados por la luz del cirio que es Cristo, momentos en que uno da gracias a Dios y pide por las almas que Dios nos ha encomendado, sobre todo en estas misiones, para que la luz de Cristo, también les ilumine.
Creo que es alentador para la gente, el verse incentivados a realizar cosa grandes. Aprovechando su disponibilidad en colaborar, les pedimos donaciones para el siguiente año. Al principio estaban tímidos, pero luego al escuchar las «dianas», reproducidas gracias al celular, muy gustosos se ofrecían. Con la alegría del Resucitado, y al mismo tiempo la tristeza de dejar las misiones, debíamos volver a nuestro convento. Nos llevamos gratos recuerdos, y el compromiso de rezar por aquellos que fueron iluminados por la luz de Cristo, y para que muchos más se acerquen a Él.
Madre Crescencia MJVV.