Jesús Víctima
“El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (Lc. 14,27)
Jesús Víctima vivió y murió para salvarnos. Se hizo obediente hasta la muerte y muerte en cruz para liberarnos de la esclavitud del pecado. La Cruz se convirtió así en el símbolo del misterio cristiano de la redención, pues en ella, quiso morir libremente nuestro Salvador. De esta manera, la Cruz es parte esencial en la vida de todo cristiano. Si somos seguidores de Cristo, debemos también estar dispuestos a “cargar cada día con la cruz” (cfr. Lc. 9,23). Pero esta cruz está hecha a la medida de cada uno porque, “Dios no prueba a nadie por encima de sus fuerzas (1 Cor. 10,13).
“El cristiano verdadero, es otro Cristo. Puede y debe decir: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2,20). Su pensar es pensar de Cristo, determinado por la doctrina del Supremo y Divino Rey, su hablar y proceder es hablar y proceder de Cristo, inspirado por el Espíritu de Cristo. El verdadero cristiano obra en todo conforme a la mente de Cristo y en virtud de la vida de Cristo, de aquella vida divina que lleva en su alma como gracia santificante”.
No vivamos como “enemigos de la Cruz de Cristo” (Filp. 3,18), sino digamos como San Pablo: “con Cristo estoy crucificado y vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en Mi” (Gal. 2,19). Que nuestra vida y obras reflejen la vida de Jesús Víctima que “me amó a mí y se entregó por mí” (Gal. 2,20b).
Jesús Victima de los pecadores, haz nuestro corazón semejante al tuyo.