Oraciones

Oración por los pecadores:

Oh Dios Padre, Santo y misericordioso. Tú detestas los pecados y amas a los pecadores, no quieres que nadie se pierda en las llamas inextinguibles del infierno, sino que todos se conviertan y perseverando en tu gracia lleguen a la bienaventuranza del cielo. Tu hijo Jesucristo ha sufrido por los pecados de todo el mundo el tormento de su pasión. Unidos a Jesús Víctima deseamos participar en su obra expiatoria, cargando también nosotros a su ejemplo con los pecados del mundo, que pesan sobre Jesús como si fuese culpa suya. Padre justo y amantísimo perdona a los pecadores, sálvalos. Te ofrecemos las humillaciones y dolores de nuestros sacrificios y penitencias, suplicándote, dales a todos los pecadores, la gracia de una sincera contrición de un firme propósito de enmendarse y de confesarse bien y el inapreciable don de perseverar en tu gracia santificante y salvadora hasta el fin de su vida. Amén.

Oración por la perseverancia:

María tierna Madre de tus hijos más abandonados, implora para las misioneras de Jesús verbo y Víctima la plenitud del Espíritu Santo y ruega por ellas para que permanezcan fieles, firmes y santas, fervorosas e incansables, siempre docentes y penitentes en el lugar y la misión que tu divino Hijo les tiene destinada. Amén.

Oración ante el crucifijo:

Jesús, mi Dios, aquí te veo en tus sufrimientos. Estás clavado en la cruz. ¿Quién ha hecho esto? He sido yo. De veras muy mal me he portado contigo. Mis pecados te han ofendido. Te han dolido. Mis pecados eran los martillazos que te han clavado.

Pobre Jesús mío, te pido perdón. Tú eres inocente. Sin pecado, sin culpa alguna. Toda la culpa la tengo yo. Yo debo estar allí en la cruz. Yo lo merezco. No tú. Pero tú te sacrificas en mi lugar. Así lo quieres tú. Me amas tanto. Tú sufres por mí. Estás torturado por mí. Clavos en tus manos y pies te atormentan. Te martirizan las espinas de la corona en tu cabeza. Así derramas tu sangre. Gota por gota. Agonizas por mí. Y mueres en indecibles dolores, por mí.

Desde ahora quiero ser otro, otra. Nunca más debes tú sufrir por culpa mía. Una lanza ha perforado tu corazón. La herida es profunda. Es grande. Corre la sangre. Te suplico Jesús, que ahora caiga una gota de tu santísima sangre sobre mi alma, para lavarla de todo pecado, para dejarla limpia y santa. Santa como en mi bautismo. Santificada de nuevo por tu sangre santísima y salvadora.

Mi querido Jesús. No dudo que has perdonado mis pecados. ¿Qué puedo hacer en penitencia por mi culpa tan grande? Mira que estoy enfermo, enferma, te ofrezco mis sufrimientos. Que ellos sean mi penitencia. Quiero tener paciencia, sin quejarme. Suframos, pues, juntos, Tú y yo. Así espero santificarme más.

Virgen María, Madre dolorosa, ruega por mí a tu Jesús. Ten piedad de mí. Ruega por mí y por todos los pecadores, ahora y en la hora de mi muerte.

Amén.

Oración por vocaciones: Llamado a Dios por las vocaciones

Señor Dios, tú haz creado a todos los hombres y los has redimido en la sangre de tu propio Hijo y quieres que todos se salven. A ti nos dirigimos Dueño Divino de la mies de las almas. Te recordamos sobre todo la mies, en el campo de nuestro continente. Es tan inmensa la cosecha y ¡son tan poco los obreros!

¡La cosecha está madura y en peligro de perderse! Señor ten piedad de todas estas almas. Ten misericordia de su lamentable abandono. Mándales apóstoles santos, sacrificados y fervorosos. Suscita gran número de catequistas. Envía muchos jóvenes a nuestros seminarios, aumenta y consolida a nuestros LAMIKAI, dirige numerosas aspirantes a nuestra Congregación. Que vengan pronto, te lo pedimos con toda nuestra alma. Oh, amado y misericordioso Dios nuestro. ¡Óyenos!

Te prometemos rezar y ofrecer nuestros sacrificios diarios por su perseverancia. Dios salvador de las almas, escucha nuestra oración. Legue a Ti nuestro clamor: Mándanos muchas y preciosas vocaciones. ¡Mándalas pronto! La cosecha de las almas las necesita con urgencia. Señor Dios, ten piedad. ¡Escúchanos! Amén.