Hay que aprovechar cada oportunidad para enriquecer nuestros conocimientos.
Cuenten conmigo también después de mi ida a la vida eterna.
Cuidemos todo lo que tenemos en uso, cuidémoslo como propiedad de Dios.
Acostumbrémonos a poner ritmo en nuestros trabajos. Cualquiera que sea, debe comenzarlo, una vez comenzado, póngale ritmo, debe ser continuado, para terminarlo pronto y bien.
Les ruego consideren estas palabras como voluntad de Dios: “Lo bueno lo imitamos, lo malo lo expiamos y nunca jamás criticamos”.
No permitan que en su presencia se hable mal de una persona ausente, menos aún que se le critique.
Si hay horas extras para el trabajo ¿Por qué no hay horas extras para la oración?
Déjese invadir por el Espíritu de amor y entréguese con fidelidad al Amor “para que su alegría sea completa”.
Las gracias más grandes, se reciben en el sufrimiento.
No hay cosa pequeña cuando se trata de la voluntad de Dios.
“Les hago una confidencia: Mi último deseo es que mi última palabra en esta tierra sea “¡Gracias!”. Pues todo es para agradecer a Dios.”
Bendecir a los que me hacen sufrir.
El que las ha llamado consumará y coronará la obra en ustedes.
Quien cree verdaderamente en la santidad de Dios, reza.
Las gracias más grandes de nuestra vida las recibimos sufriendo.
María es en verdad Madre de Cristo y Madre mía.
¡Oh! Como deseo hermana que Usted sea un encanto para Jesús, no buscando sus propios gustos sino el de los demás.
Vivan en la fe, de que paso que se de por la gloria de Dios está contado para la eternidad.
No pierda usted más el precioso y corto tiempo de su santificación.
La alegría es obra del Espíritu Santo.
Todo es tan fácil si buscamos la voluntad de Dios.
Hermana sea Usted una perla, en que Cristo encuentra sus complacencias.
Religiosa por consagración. Muy buena religiosa por oración.
Los que se abandonan totalmente al Espíritu y a María, alcanzan mayor rendimiento en su trabajo.
El Espíritu Santo es el sol y en medio de esa luz está María.
Nuestros ánimos deben estar sembrados de jaculatorias, que son flores vistas por Dios.
Cada inspiración del Espíritu Santo es un deber de amor.